El Ruiseñor Común, Luscinia megarhynchos, solamente ofrece como rasgo destacado de su plumaje el color pardo rojizo de las plumas supracobertoras y de la misma cola; ésta, sin embargo, no es uniforme, sino que la pareja central de rectrices tiene un tono más apagado, menos rojizo. El resto de las partes superiores, incluyendo la cabeza, son pardas con un tinte rojizo más acusado en unos ruiseñores que en otros y nunca tan intenso como la cola. Esta es muy notoria en vuelo, aun siendo éste corto. Las partes inferiores son pardo grisáceas, más blancas en la garganta y el vientre y más pardusco el pecho. El pico es pardo oscuro, con la base de la mandíbula inferior muy pálida; los tarsos y los pies color carne o pardo gris, y el iris pardo oscuro. Los sexos son indistinguibles por el plumaje, aunque cogidos en la mano, tal vez la cola es de tono más apagado en las hembras. No obstante, para establecer esta diferencia hay que examinar los dos pájaros, macho y hembra, juntos.
Los ruiseñores jóvenes tienen las partes superiores pardo rojizas, pero cada pluma posee un punto más pálido cerca del extremo y hay también un notorio borde pardo oscuro en cada una. Las partes inferiores son blanquecinas en el mentón y el vientre, y la garganta y el pecho beige blancuzcos, teniendo las puntas pardo oscuras, lo que da al pájaro una apariencia de plumaje moteado por debajo, pero en realidad con pequeñas ondulaciones algo semejantes a las del Colirrojo y Petirrojo. La cola es como la de los adultos, aunque en las puntas de las rectrices se aprecian puntos más pálidos muy pequeños. Las plumas del cuerpo y las coberteras alares son mudadas entre julio y septiembre, pero no las primarias de las alas ni las rectrices de la cola.
Más oído que visto, el Ruiseñor Común es un pájaro escondedizo que, sin embargo, no es tímido y cuando canta lo puede hacer al descubierto y permitir la aproximación del observador a pocos metros de su posadero. Se mueve ágilmente por entre la vegetación arbustiva baja y, al aparecer al descubierto, pronto llama la atención su forma de llevar las alas, ligeramente caídas. Muy a menudo no se aleja del suelo y anda por él entre las hojas buscando insectos y larvas. Si no presiente peligro, sale del matorral y salta por el suelo, pero cualquier movimiento o ruido le hacen esconderse. Al posarse en una rama cerca del suelo, sus actitudes recuerdan mucho al Petirrojo. Normalmente suele ladear la cabeza, si descubre algún insecto, antes de lanzarse con rapidez a su captura. Cuando se puede observar al descubierto, corriendo a saltos por el suelo, recuerda muchas veces una combinación de actitudes del Zorzal Común y del Acentor Común. Como aquél va saltando por espacio de un metro rápidamente para quedarse a continuación quieto mirando al suelo, mientras sacude las alas y la cola. Esta también la suele levantar casi en vertical y extender en abanico. Casi siempre se le observa solitario y normalmente es el macho el que se descubre. Las hembras son mucho más discretas. Sin embargo, en migración parecen gregarios y, aunque se asegura que en sus vuelos nocturnos de o para Africa viajan en pequeños grupos, la realidad es que en determinadas zonas bien conocidas por algunos ornitólogos y por antiguos pajareros, cualquier mañana de abril puede depararnos la sorpresa de ver en sólo 100 metros de arbustos y matorral no menos de 50 a 80 ruiseñores. ¿Es posible que los pequeños grupos dispersos en el vuelo se hayan posado todos en el mismo lugar?.
El Ruiseñor Común vive con preferencia en linderos o claros de bosques bien provistos de vegetación baja y maleza enmarañada. En extensas zonas de su hábitat tiene mucha querencia a riberas arboladas, permaneciendo siempre cerca del agua y ocultándose y cantando desde arbustos y plantas que nacen en las orillas de ríos, embalses, lagunas y charcas, y también desde álamos y otro árboles ribereños. En toda Iberia siente predilección por valles fluviales y cauces de ríos que han perdido gran parte de su caudal.
La mayor parte de su alimentación es a base de insectos y sus larvas, que captura normalmente en el suelo, simplemente vigilando cualquier movimiento entre las hojas caídas o la hierba. También come picoteando el dorso de las hojas, a menudo en posturas un tanto acrobáticas. En el otoño desde luego, pero también en julio, come mucha fruta. Lo mismo frutos silvestres como bayas del Saúco, Sambucus nigra, que las cultivadas, atacando a menudo las cerezas y los higos. Cuando ceba a los pollos lleva muchas orugas y mariposas.
Casi podría decirse que el ruiseñor tiene dos formas de cantar, con diferencias a veces muy subjetivas. Normalmente canta tanto de día como de noche con vigor, sobre todo al amanecer y por la tarde. Su voz es entonces fuerte y sonora, con gran riqueza de notas líquidas y musicales y muy persistente, interrumpiéndose sólo por unos pocos segundos. A partir de la segunda decena de junio el canto nocturno es menos vigoroso, más suave, más sostenido y, si se quiere, de mayor riqueza. Los machos adultos tratan de enseñar a los jóvenes volanderos en los últimos días del mes de junio los secretos de tanta riqueza vocal. Los últimos comienzan a repetir muchas estrofas y así se explica que, en un territorio ribereño donde positivamente sólo una pareja de ruiseñores está establecida, se escuchen a la vez varios, en especial en las primeras horas de la madrugada.
Siguiendo a Tucker (1940), el canto es notable por su riqueza y variedad y por el extraordinario vigor en su emisión. La sucesión repetida de frases, que duran cada una de 2 a 5 segundos, le colocan a la cabeza de los cantores de la campiña. Casi todas las estrofas son repeticiones de una sola nota o combinaciones de ella, contrastando muchas veces con la introducción de otra u otras dos inesperadamente en el conjunto del canto, pero más a menudo al final de una frase. La mayoría de las notas emitidas por el ruiseñor son fuertes y claras, muy liquidas y de gran riqueza y sentido musical, guardando un verdadero ritmo y tan pronto recuerdan a un suave burbujeo, como se elevan aflautadas y se repiten hasta parecer que el pájaro casi va a perder la respiración. Las notas más sorprendentes son siempre el rápido y alto ¡¡choki-chokichoki...!! y el aflautado y altísimo ¡¡píu-píupíu...!! repetido con lentitud en un magnífico crescendo.
En cuanto llega a Iberia comienza a cantar. Entonces todavía lo hace con menos brillantez, pero en mayo todos los machos se muestran más al descubierto lo mismo de día que de noche. Desde el amanecer hasta aproximadamente las 9 y nuevamente desde las 16 hasta 18 (siempre hora solar), algunas veces antes, pero las 10 de la noche pueden marcar un momento de intenso canto que baja en vigor a partir de las 3 horas. En España se escucha en zonas altas hasta bien entrado julio, e intermitentemente hasta el 20-25 de este mes. Habitualmente el canto es emitido desde un posadero bajo, muy a menudo cerca del suelo y rara vez en la rama alta de un árbol. Los chopos y álamos ribereños pueden ser posaderos favoritos, pero preferentemente en el ramaje más bajo. Corrientemente canta oculto en matorrales y también puede ser observado en el tope de un arbusto o en ramas bajas exteriores. Siente también predilección, para cantar durante la noche, por arbustos espinosos.
Aunque se dice que canta en migración primaveral (Tucker, 1940), se escucha poco y probablemente muchos que ya cantan con fuerza son ruiseñores establecidos que esperan la arribada de las hembras. Estas llegan normalmente por lo menos una semana después, e incluso más tarde (10 días según Bannerman). WalpoleBond (1938), en quien hay que admitir una gran experiencia, asegura que algunos ruiseñores cantan en cuanto ponen el pie en las costas inglesas. También el mismo ornitólogo admite que muchos cantan hasta la mitad de julio, pero siempre a causa de que la primera puesta se ha perdido por el ataque de un depredador y la pareja inicia una nueva cría. En agosto un seudocanto, rico en notas y gorjeante, se oye insistentemente tanto a adultos como a jóvenes del año. Nada más ocupar su territorio de cría en el mes de abril y también durante la migración otoñal, los ruiseñores emiten un penetrante y alto ¡¡juiit!! que se parece al similar de los mosquiteros, pero es más fuerte y se distingue bien sin que haya posibilidad de confusión. En señal de alarma lanzan un ¡¡tack-tack-tack...!! y si nos acercamos al nido un áspero y duro ¡¡kerrrrr...!!
En pleno canto permite la aproximación del observador sin asustarse. La presencia de la hembra en los primeros días de mayo puede ser la causa de vuelos aéreos cortos, emitiendo a la vez una breve estrofa. En estos días el pájaro se vuelve muy confiado y, con precaución y siguiendo el sonido de su voz, se le descubre con relativa facilidad. De forma ocasional canta en el suelo y corrientemente lo hace entre el ramaje de los arbustos a baja altura y también desde la rama de un árbol que domine su territorio.
Cuando comienza el celo y las hembras se van distribuyendo por los territorios de los machos, éstos se aproximan a ellas con la cola bien desplegada, mientras abren ligeramente las alas, sufriendo una vibración todo el cuerpo y bajando el pico casi hasta el nivel de la rama donde ambos están posados. Desde la tercera semana de abril ya hay parejas ocupadas en construir el nido, pero son todavía pocas. Hasta los primeros días de mayo, y en general no antes del día 10 de este mes, no se encuentran nidos de ruiseñor. Solamente la hembra lo construye y con preferencia en el mismo suelo o muy cerca de él. Casi siempre está muy oculto en el fondo de un arbusto o matorral y no pocas veces en un espino. Algunos a mayor altura, rara vez a más de un metro, y hay muchos en matas de ortigas. Sienten preferencia por zonas húmedas y se ven numerosos en el Norte de Iberia junto a cursos de agua. No rara vez se descubren nidos en el suelo sin protección vegetal por encima, a cielo abierto, o muy escondidos en hiedra que sube por el grueso tronco de un árbol. El nido es voluminoso y suele abultar bastante al estar colocado sobre palos secos, supuestamente en un intento de los pájaros por aislarlo de la humedad o de posibles subidas de nivel de agua si están próximos a ésta. Pero la mayoría están más alejados de ella. Solamente la hembra lo construye y es sencillo. Formado por hojas secas de Roble, Alamo, Abedul, etc., está forrado en su interior con hierba muy fina y pelo, pero no pocas veces hay también alguna hoja pequeña. Las primeras puestas están completas generalmente después del 10 de mayo y muchas no antes de la última semana de este mes. En zonas de la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica la nidificación empieza bastante tarde, pero en otros lugares de Iberia se anticipa a los primeros días de mayo. Cada puesta consiste normalmente en 4 ó 5 huevos y ocasionalmente 6. Alguna se encuentra de 3, pero probablemente debido a depredación o a que el mismo pájaro retira uno roto involuntariamente. Jourdain (1940) cita como excepción una puesta de 7. Su color es normalmente muy oscuro y variable entre el pardo rojizo, pardo grisáceo, pardo oliváceo y verdoso, tonos formados por la sobreimposición de puntos o manchas pardas sobre fondo azulado. Algunos raros ejemplares tienen un extremo azul y no pocos muestran un color pardo en casi toda su superficie, con el extremo más ancho pardo rojizo oscuro. En general, en Iberia son más numerosos los pardo oliváceos y los ocráceos con tinte rojizo Jourdain, para 100 huevos colectados en Gran Bretaña, obtuvo un promedio de medidas de 21 x 15,6 mm. con un máximo de 24 x 16,5 mm. y un mínimo de 18,3 x 16 mm. D'Almeida, en el norte de Portugal, recogió 8 huevos, encontrando una media de 19,9 x 15,6 mm. con extremos entre 18,9 a 20,8 x 14,7 a 16,1 mm. Verheyen, para 100 en Bélgica, obtuvo un promedio de 20,6 x 15,7 mm. Solamente incuba la hembra y lo hace durante 13 días (13-14, Jourdain, Verheyen, Harrison, etc.). Al nacer, los pollos tienen plumón en la cabeza y espalda, largo y abundante, de color gris oscuro. El interior de la boca es anaranjado y las comisuras blanco amarillentas. No hay puntos oscuros en la lengua. Ambos adultos los ceban con orugas y gran cantidad de insectos, desarrollándose con rapidez, tanto que, incluso sin ser molestados, pueden abandonar el nido a los 10-11 días. Normalmente no suelen hacerlo antes de los 11-12 días y quedan invariablemente muy cerca, donde son alimentados todavía 15-18 días más. No se separan de los adultos, durmiendo al anochecer en posaderos próximos, donde los jóvenes machos cantan en tono bajo, pero melodioso, muy agradable, e incorporando ya la gran variedad de notas que los adultos emiten. Este, llamémoslo seudocanto, se puede escuchar durante toda la noche. Curiosamente la misma conducta tiene el Ruiseñor Bastardo, Cettia cetti, y los jóvenes de esta especie cantan en tono también muy bajo y casi siempre en posadero cercano al del Ruiseñor Común. Los ruiseñores jóvenes son independientes al cumplir los 30-35 días.
Pocos son los casos de bigamia comprobados (Clodius, 1895 y Davis, 1975). Los adultos que ceban pollos en julio indudablemente se han retrasado por repetición de la puesta debido a depredación o destrucción fortuita de la primera.
Como otras especies migradoras, el ruiseñor también guarda una extraordinaria fidelidad a sus zonas de cría. Año tras año pueden volver al mismo lugar y los adultos ser sustituidos por los jóvenes del año anterior, e incluso emparejarse padres con hijos si alguno de la primitiva pareja no sobrevive a la migración. De esta manera se forman tribus que tienen notas distintivas y que los buenos aficionados al canto de los pájaros distinguen bien. Muchas notas roncas o raspantes pueden ser transmitidas de padres a hijos, aunque sorprendentemente este defecto (?) a menudo llega a desaparecer. Las variaciones individuales en el canto permiten comprobar la presencia de un mismo ruiseñor en el pequeño territorio que ocupó el año anterior.
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